La miserable suerte de Wieslawo

Vampiro. Eso suena soberbio!

¡Dios mío, qué disparate de mierda!

Si oyendo la palabra Vampiro pensáis: «un mozo buenísimo de mejillas pálidas», os equivocáis. No hay nada peor, nada más humillante que ser un vampiro. Un vampiro no es ni más ni menos que un simple adicto, que si no toma su «porción purpúrea», le da un puto ataque de convulsiones.

¡Un drogadicto, un cualquiera, la hez del pueblo!

Sí, soy yo. Sí, sí, me llamo Wieslawo y soy un sangrómano… soy un vampiro.

¿Cómo sucedió?

Me agarró un tal vampirito todavía con sed, un muertejo pálido que todavía tenía ganitas de chupar sangrita. Y se bebió pero ¡natural-joder-mente no acabó! No me había chupado como debería hacerlo ¡Hasta el final!

Así, todo este mito romántico, sobre el que se leía en los libros de una autora famosa, de una posibilidad de elegir entre un sueño eterno que calma con la visión de su negrura infínita y una persistencia hedonística de un condenado joven con los colmillitos un poco excesivos, son solamente habladurías…

Un hombre bien chupado, muere. Muere irrevocablemente. Es un cadáver sin más. Pero basta que en su cuerpo se quede una gota de sangre para que él se convierta en un vampiro. Un estrafalario. Una escoria.

¿Y para qué me sirve esta inmortalidad si soy una ruina? ¿Para qué? Durante mi vida fui un desgraciado y después de la muerte, también lo soy. Nada ha cambiado. Simplemente, si de vez en cuando no me vierto un poco de vodka, me enfermo. Sufría antes, sufro ahora. Sí, un vampiro no es ninguna maravilla. Es un despojo humano, que está todo el tiempo pegado a la vida, aunque debería correr a una cloaca. Un despojo ensuciado por los mismos defectos y deficiencias que tuvo durante su vida.

Aunque en realidad es peor, mucho peor. Antes tenía solamente un vicio, el vodka. Ahora, bailo en una danza martirial con dos, soy también un sangrohólico. ¡Todo vampiro es un sangrómano!

¡Señores del Jurado! Condénenme por favor inmediatamente, porque voy a matar. Matar, matar y una vez más, matar. No para sobrevivir, como lo hace cada animal feroz. Voy a matar para sentirme un poco mejor, para desprenderme de estas convulsiones sangrohólicas… de este delirazo purpúreo.

No se cómo ocurre esto, que puedo beber vodka y mi cuerpo, con el corazón detenido, aún cae en el embriagamiento. ¿Quizás porque ahora uso estos putos colmillos? ¡Bah! Como algun jodido gatito, tengo que echar el vodka a un plato, sumergir la jeta y chupar, chupar…

Eso puedo hacer, pero de comer ¡ni hablar! Ese hijo de puta que me quitó la vida humana, me quitó también la posibilidad de comer normalmente. ¿Por qué? Porque mi aparato digestivo no es funcional. No me zamparé unas patatas fritas crujientes ni tampoco podré deleitarme con el queso de un gratín vendido en una tiendecilla en la estación central de Varsovia. Se acabó. No más!

De follar tampoco nada de nada. El aparato circulatorio también se jodió. El corazonazo está parado. En las venas, vacío.

Aún no consigo mucho excitándome con una puta bomba para inflarme el pene.

Un vampiro, como veís, es una criatura adicta y retrasada. Es un mártir. Es un ciudadano de infierno terrenal.

Sí, algunos acaban consigo mismos. Saltan de la oscuridad a los rayos de luz y sufriendo se convierten en cenizas. ¡Sĺ! ARDEN VIVOS. No hay posibilidad para morir sin dolor. Si dejaras de chupar la sangre, no morirás, solamente vas a padecer el hambre purpúrea durante toda la eternidad hasta que de nuevo no empieces a chupar..

¿Clavar un piquetito en el corazón? ¿Qué idiota inventó esto? Qué corazón. Un resto frío e inmovil. ¿Y si saltáramos una tapa de los sesos? Mierda igual. El cuerpo no se va a morir, un vámpiro es como un alma pegada con un pegamento astral a su cadáver. Aunque se lo trituraras, en estos despojos se va a arder lentamente esta vida innatural, hasta que el solecito se lo queme.

Joder, lo único que se puede hacer es quemarse. ¡lo único! Por eso, solamente unos pocos desesperados se atreven a hacerlo. Yo personalmente tengo miedo de este sufrimiento. Y qué, todavía soy un hombre y tengo miedo de lo que me pase después de esta segunda muerte, cuando el alma se despegue del cadaverazo.

Voy a pasar siglos enteros en este tormento imposible, hasta el fin del mundo, o quizas aun día más, pero sé, que nunca seré una mierda que condena otros a este vampiretazo. ¡Nunca! Pase lo que pase, yo siempre, pero siempre, voy a chupar todos hasta la última gotita. ¡Hasta la última!

¿Todavía pensáis que ser un vámpiro es algo místico? Vosotros, los que hacéis alarde de su adoración a los princesitos de la oscuradad que llevan estas capitas ondeantes, todavía pensáis qué es tan misterioso, tan aventado en una bruma romántica. ¿Si? ¡Pues que os vayáis a curarse estas cabecitas enfermas que teneís! [x]

Autor: Krzysztof T. Dąbrowski (Cracovia)
Traducción: Lucyna Ozimińska

One thought on “La miserable suerte de Wieslawo

Comments are closed.